Y SIGO SIN ENTENDER NADA
La vida puede llegar a dar tal cantidad de vueltas que ni uno se imagina. ¿Quién hubiera podido decir que íbamos a terminar así aquí sentados, junto a los espejos? Aunque no me atrevo siquiera a usar la palabra "terminar" porque ¿quién no me asegura a mi que esto no sea más que otro principio?
Ayer nos contaron que unos tipos bastante impertinentes habían estado echando fotos a los que estábamos haciendo equilibrios sobre las vigas.
Que alguien se había sentado en tazas de té gigantes y se reía como una matraca vieja.
Elefantes de colores queríamos alcanzar la mecedora mientras cientos de caballos de ojos mate nos movíamos estáticos persiguiendo tigres, cisnes, cerdos y gacelas atravesados por barras de metal brillante y grasiento.
Cuando vuelvan los demás chicos, vamos a ver si los convencemos para que suelten los peces.
Tienen escamas de plumas y nosotros agallas de pulmón porque es más fácil volar con aletas y caminar sin pies.
Aún así, la vida da demasiadas vueltas. Basta con que el de la cabina apriete de nuevo el botón y empezamos a girar con esa musiquilla machacona y pegadiza que nos eriza los pelos de cartón piedra.
Texto: MO. Alfonsel