La ilustración anterior quedó un poco huérfana
sin unas palabras que le arroparan.
Pero mereció la pena salirme un rato a LA PUERTA DE ATRÁS
y, estando ahí sentada de lo más tranquila, me he llevado una gran sorpresa.
He recibido dos bonitas historias para acompañar esta ilustración
y una hermosa carta que habla de coincidencias.
Vienen de la mano del NiñoCactus
al que sigo en silencio y con interés desde hace tiempo
en su blog de microrrelatos inquietantes y sugerentes.
¡Todo un honor para mi!
Una más que añado a mi colección de anécdotas inolvidables.
Mil gracias, amigo.
Y aquí os dejo estas dos historias.
La puerta de atrás
Margarita Chicaiza procedía de una familia noble venida a menos. Al morir el padre,
tan sólo le quedaba ya la vieja mansión de la colina, y éste la había dividido entre sus
dieciocho hijos.
Al hermano mayor le correspondió el salón de festejos adornado con lámparas de fino
cristal y cuadros de gran valor. Al segundo descendiente le tocó el comedor con la
enorme mesa de caoba y los candelabros de oro. El tercero sonrió cuando supo que
había heredado la biblioteca, llena de volúmenes originales de un precio incalculable.
Poco a poco se fueron acabando las habitaciones, y cuando le llegó el turno a Margarita,
la más pequeña de todos, tan sólo quedaba la puerta de atrás.
–¡Qué suerte he tenido! –pensó ella, mientras el resto discutía sobre aquel reparto
injusto–. He recibido la entrada que siempre me condujo a mis juegos.
La puerta de atrás
En la casa de Julia las puertas juegan a cambiar de lugar.
A la hora de dormir, si el sofá todavía quiere que ella se quede un rato,
todos los umbrales conducen al salón.
Y por la mañana, cuando olvida lavarse los dientes antes de salir corriendo al trabajo,
la entrada le lleva directamente al baño.
Es una suerte tener una casa así, porque si a la prisa se le hace tarde,
siempre hay una taza de café esperando en la puerta de atrás.
NiñoCactus